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Impulsar una industria de vino en el desierto es todo un desafío que Ingrid Poblete Quezada, investigadora y académica de la Universidad Arturo Prat, está liderando con todo el profesionalismo y compromiso con el desarrollo productivo de la región.
En la vasta y árida extensión del desierto de Atacama, donde las condiciones extremas del clima y la falta de agua son un desafío constante para cualquier forma de agricultura, una mujer ha encontrado la oportunidad de transformar la historia agrícola de la Región de Tarapacá.
Ingrid Poblete Quezada, investigadora líder del proyecto “Vino del Desierto” y académica de la Facultad de Recursos Naturales Renovables de la Universidad Arturo Prat, está a la vanguardia de un ambicioso esfuerzo por rescatar el patrimonio vitivinícola chileno y abrir nuevos horizontes en un lugar donde pocos imaginaron que las vides pueden prosperar.
“Como académicos, estamos capacitando a alumnos para darle una continuidad a este proyecto; queremos que esto se consolide como un rubro productivo, por lo tanto, estamos incluyendo a alumnos. Ya tenemos a una alumna egresada en la Línea Mujer, porque creemos que las mujeres somos muy metódicas, muy comprometidas, apasionadas con lo que hacemos y nos gusta estar en terreno”, comentó Ingrid.
A través de su trabajo con el “Vino del Desierto”, Poblete no sólo se ha dedicado a la investigación y producción de un vino con un valor cultural y patrimonial inestimable, sino que también ha jugado un papel clave en la identificación y registro de la primera cepa vinífera chilena “Tamarugal”. Esta cepa, adaptada a las difíciles condiciones de la Pampa del Tamarugal, representa mucho más que un logro científico. Para Ingrid Poblete, significa la posibilidad de crear un nuevo polo de desarrollo agroalimentario en Tarapacá, un avance que puede cambiar el panorama productivo de la región.
“La planta cuenta con tres rasgos: distinción, para que no se parezca a ninguna de las que existe, homogeneidad, que todas las plantas que tenemos en un sector sean iguales, y estabilidad porque puede provenir de una mutación. Entonces, en el 2016, nos entregaron el registro definitivo y la bautizamos con el nombre de “Tamarugal” y pasó a constituirse como la primera cepa vinífera chilena registrada, originaria de nuestra región”, relató la investigadora.
El trabajo de Ingrid Poblete, quien estudió Ingeniería Agronómica en la Universidad de Chile, es un ejemplo inspirador sobre cómo el liderazgo femenino puede transformar incluso los ambientes más desafiantes. Su adjudicación del Premio Mujer Agroinnovadora 2023 es un reconocimiento a su capacidad para enfrentar los obstáculos que presenta la vitivinicultura en el desierto más árido del mundo. Conoce más de este proyecto en vinodeldesierto.cl
En un mundo donde las voces femeninas en el campo de la ciencia y la agricultura trabajan por ganar espacios, Ingrid Poblete Quezada está dejando una huella imborrable, demostrando que el liderazgo femenino en la innovación rural no sólo es posible, sino necesario para el desarrollo de las comunidades y la preservación del patrimonio cultural.